Amanecer en la Habana

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Muere el arzobispo Pedro Meurice

jueves, 21 de julio de 2011

Ha muerto en Miami Pedro Meurice, el arzobispo Cubano que tuvo el valor de decir lo que millones de Cubanos no se han atrevido a pronunciar. Meurice falleció luego de varios meses de hospitalizacion. Según informo Radio Marti, "en todas la parroquias de Santiago de Cuba repicaron las campanas en su memoria. Afirmaron también que Meurice será repatriado a Cuba para ser enterrado en la tumba de los obispos del cementerio Santa Ifigenia. 


Palabras pronunciadas por Mons. Pedro Meurice, Arzobispo de Santiago de Cuba.


Misa del papa Juan Pablo II en la Plaza Antonio Maceo
24 de enero de 1998
Santísimo Padre:


En nombre de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba y de todos los hombres de buena 
voluntad de estas provincias orientales le doy la más cordial bienvenida.


Esta es una tierra indómita y hospitalaria, cuna de libertad y hogar de corazón abierto.
Lo recibimos como a un Padre en esta tierra que custodia, con entrañas de dignidad y 
raíces de cubanía, la campana de la Demajagüa y la bendita imagen de la Virgen de la 
Caridad de El Cobre.


El calor de Oriente, el alma indomable de Santiago y el amor filial de los católicos de 
esta diócesis primada proclaman: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Quiero presentarle, Santo Padre, a este pueblo que me ha sido confiado. Quiero que Su 
Santidad conozca nuestros logros en educación, salud, deportes..., nuestras grandes 
potencialidades y virtudes, los anhelos y las angustias de esta porción del pueblo 
cubano.


Santidad, este es un pueblo noble y es también un pueblo que sufre.
Este es un pueblo que tiene la riqueza de la alegría y la pobreza material que lo 
entristece y agobia casi hasta no dejarlo ver más allá de la inmediata subsistencia.
Este es un pueblo que tiene vocación de universalidad y es hacedor de puentes de 
vecindad y afecto, pero cada vez está más bloqueado por intereses foráneos y padece 
una cultura del egoísmo debido a la dura crisis económica y moral que sufrimos
Nuestro pueblo es respetuoso de la autoridad y le gusta el orden pero necesita aprender 
a desmitificar los falsos mesianismos.


Este es un pueblo que ha luchado largos siglos por la justicia social y ahora se 
encuentra, al final de una de esas etapas, buscando otra vez cómo superar las 
desigualdades y la falta de participación.


Santo Padre: Cuba es un pueblo que tiene una entrañable vocación a la solidaridad, pero 
a lo largo de su historia, ha visto desarticulado o encallados los espacios de asociación y 
participación de la sociedad civil, de modo que le presento el alma de una nación que 
anhela reconstruir la fraternidad a base de libertad y solidaridad.


Quiero que sepa, Beatísimo Padre, que toda Cuba ha aprendido a mirar en la pequeñez 
de la imagen de esta Virgen Bendita, que será coronada hoy por su Santidad, que la 
grandeza no está en las dimensiones de las cosas y las estructuras sino en la estatura 
moral del espíritu humano.


Deseo presentar en esta Eucaristía a todos aquellos cubanos y santiagueros que no 
encuentran sentido a sus vidas, que no han podido optar y desarrollar un proyecto de 
vida por causa de un camino de despersonalización que es fruto del paternalismo.Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria 
con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas 
décadas, y la cultura con una ideología. Son cubanos que, al rechazar todo de una vez 
sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí y sobrevaloran todo lo 
extranjero. Algunos consideran esta como una de las causas más profundas del exilio 
interno y externo.


Santo Padre: Durante años este pueblo ha defendido la soberanía de sus fronteras 
geográficas con verdadera dignidad, pero hemos olvidado un tanto que esa 
independencia debe brotar de una soberanía de la persona humana que sostiene desde 
abajo todo proyecto como nación.


Le presentamos la época gloriosa del P. Varela, del Seminario San Carlos en La Habana 
y de San Antonio María Claret en Santiago, pero también los años oscuros en que, por 
el desgobierno del patronato, la Iglesia fue diezmada a principios del siglo XIX y así 
atravesó el umbral de esta centuria tratando de recuperarse hasta que, en la década del 
50, encontró su máximo esplendor y cubanía. Luego, fruto de la confrontación 
ideológica con el marxismo-leninismo, estatalmente inducido, volvió a ser empobrecida 
de medios y agentes de pastoral pero no de mociones del Espíritu, como fue el 
Encuentro Nacional Eclesial Cubano.


Su Santidad encuentra a esta Iglesia en una etapa de franco crecimiento y de sufrida 
credibilidad que brota de la cruz vivida y compartida. Algunos quizás puedan confundir 
este despertar religioso con un culto pietista o con una falsa paz interior que escapa del 
compromiso.


Hay otra realidad que debo presentarle: la nación vive aquí y vive en la diáspora. El 
cubano sufre, vive y espera aquí y también sufre, vive y espera allá fuera. Somos un 
único pueblo que, navegando a trancos sobre todos los mares, seguimos buscando la 
unidad que no será nunca fruto de la uniformidad sino de un alma común y compartida 
a partir de la diversidad.


Por esos mares vino también esta Virgen, mestiza como nuestro pueblo. Ella es la 
esperanza de todos los cubanos. Ella es la Madre cuyo manto tiene cobija para todos los 
cubanos sin distinción de raza, credo, opción política o lugar donde viva.


La Iglesia en América Latina hizo en Puebla la opción por los pobres, y los más pobres 
entre nosotros son aquellos que no tienen el don preciado de la libertad.


Ore, Santidad, por los enfermos, por los presos, por los ancianos y por los niños.
Santo Padre: Los cubanos suplicamos humildemente a su Santidad que ofrezca sobre el 
altar, junto al Cordero Inmaculado que se hace para nosotros Pan de Vida, todas estas 
luchas y azares del pueblo cubano, tejiendo sobre la frente de la Madre del Cielo, esta 
diadema de realidades, sufrimientos, alegrías y esperanzas, de modo que, al coronar con 
ella esta imagen de Santa María, la Virgen Madre de nuestro Señor Jesucristo, que en 
Cuba llamamos bajo el incomparable título de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, 
la declare como Reina de la República de Cuba.


Así todas las generaciones de cubanos podremos continuar dirigiéndonos a Ella, pero 
con mayor audacia apostólica y serenidad de espíritu, con las bellas estrofas de su 
himno:"Y tu Nombre será nuestro escudo, nuestro amparo tus gracias serán". Amén.


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