lunes, 30 de marzo de 2009
Desde Cuba-Claudia Cadelo de Octavo Cerco nos cuenta sobre el ratito de libertad que disfrutaron anoche en La Habana. Este echo no tiene precedente. Viva la Libertad!
Yoani Sánchez sólo me dijo: "Hay un performance, va a estar bueno y yo voy a participar, estate ahí en el Centro Wifredo Lam a las 8 de la noche."
Nunca pude imaginar encontrarme con un podio y un micrófono listo para todos, para cada uno de nosotros. El lugar estaba atestado de gente; para lograr llegar a la primera fila había que deslizarse por el bulto entre permisos y quiero llegar al micrófono. Todo inició con una mujer que, paloma blanca en el hombro izquierdo, hacía muecas sin emitir sonido(debo agregar que esto es una burla hacia Castro, quien hace cincuenta anos, se paro frente a un microfono frente al pueblo Cubano, poco antes de comenzar su reinado de terror), mientras dos muchachos, vestidos con el uniforme del MININT, contaban el tiempo para darle fin a su intervención y lanzarla de nuevo hacia la plebe muda.
Justo después pasó Yoani, habló de la blogosfera, de la censura, había un silencio total y cuando terminó muchísimos aplausos, la gente la conocía y estaba feliz. Corrí entonces yo y me subí, estaba muy nerviosa: no tenía un micrófono delante ni un público que me escuchara desde los 9 años, cuando vestida de pionera asalté una reunión del CDR para leer un comunicado incomprensible, con el tiempo desarrollé una especie de fobia hacia ese aparato que sólo servía para enmascarar la realidad de mi país.
Preparé un texto a la carrera que leí con la garganta apretada:
Que un día todos tengamos todos los minutos del día para decir delante de un micrófono todo lo que queramos. Y que de paso también los que hoy tengan esa posibilidad, dediquen un minuto, o menos incluso, a decir la verdad.
Me bajé, pero se me quedó por decir mucho, entonces subió Reinaldo Escobar, no le dio tiempo a terminar y los militares lo bajaron: el oportunismo fue lo último que se escuchó de su discurso ya con los pies puestos en el piso. El tiempo se estiraba y nadie más subía, la gente estaba asustada, un artista fue y dijo:
Yo lo que tengo es mucho miedo.
Caminé otra vez hacia el podio y solté: Que un día la libertad de expresión en Cuba no sea un performance.
Recuerdo otras intervenciones:
Claudio Fuentes hizo una votación: luego de hablar de dictadura y de presos políticos pidió que levantaran las manos los que estuvieses de acuerdo con cambiar las cosas, casi todo el mundo levantó las manos.
Un puertorriqueño dijo que aunque él vivía en una colonia, en su país había libertad de expresión y pidió que dejaran abierto el micro las 24 horas.
Un americano: Yo no hablar español pero: ¡viva la cambia!
Con una jaba negra en la cabeza Reinaldo Escobar fue por la segunda: Yo creo que esto debería estar prohibido.
Hamlet Labastida, artista plástico, pidió democracia y que subiera uno de ellos, al menos uno.
Ciro Díaz iba a cantar "El Comandante", pero el tiempo se había terminado y no los muchachos vestidos de militares, sino un sonidista hosco caminó y le gritó: ¡Se acabó!, mientras daba órdenes a sus espaldas: ¡Desconecta ya!
Una buena cantidad de público se quedó gritando: ¡Ciro, Ciro, Ciro!, como si fuera un concierto de Porno Para Ricardo y pidiesen otra canción.
La brigada de respuesta rápida estuvo pobre, sólo con dos personas, y supongo que se hayan sentido extraños, en franca minoría y sin el poder en el estrado: una experiencia completamente nueva para ellos.
Yoani Sánchez sólo me dijo: "Hay un performance, va a estar bueno y yo voy a participar, estate ahí en el Centro Wifredo Lam a las 8 de la noche."
Nunca pude imaginar encontrarme con un podio y un micrófono listo para todos, para cada uno de nosotros. El lugar estaba atestado de gente; para lograr llegar a la primera fila había que deslizarse por el bulto entre permisos y quiero llegar al micrófono. Todo inició con una mujer que, paloma blanca en el hombro izquierdo, hacía muecas sin emitir sonido(debo agregar que esto es una burla hacia Castro, quien hace cincuenta anos, se paro frente a un microfono frente al pueblo Cubano, poco antes de comenzar su reinado de terror), mientras dos muchachos, vestidos con el uniforme del MININT, contaban el tiempo para darle fin a su intervención y lanzarla de nuevo hacia la plebe muda.
Justo después pasó Yoani, habló de la blogosfera, de la censura, había un silencio total y cuando terminó muchísimos aplausos, la gente la conocía y estaba feliz. Corrí entonces yo y me subí, estaba muy nerviosa: no tenía un micrófono delante ni un público que me escuchara desde los 9 años, cuando vestida de pionera asalté una reunión del CDR para leer un comunicado incomprensible, con el tiempo desarrollé una especie de fobia hacia ese aparato que sólo servía para enmascarar la realidad de mi país.
Preparé un texto a la carrera que leí con la garganta apretada:
Que un día todos tengamos todos los minutos del día para decir delante de un micrófono todo lo que queramos. Y que de paso también los que hoy tengan esa posibilidad, dediquen un minuto, o menos incluso, a decir la verdad.
Me bajé, pero se me quedó por decir mucho, entonces subió Reinaldo Escobar, no le dio tiempo a terminar y los militares lo bajaron: el oportunismo fue lo último que se escuchó de su discurso ya con los pies puestos en el piso. El tiempo se estiraba y nadie más subía, la gente estaba asustada, un artista fue y dijo:
Yo lo que tengo es mucho miedo.
Caminé otra vez hacia el podio y solté: Que un día la libertad de expresión en Cuba no sea un performance.
Recuerdo otras intervenciones:
Claudio Fuentes hizo una votación: luego de hablar de dictadura y de presos políticos pidió que levantaran las manos los que estuvieses de acuerdo con cambiar las cosas, casi todo el mundo levantó las manos.
Un puertorriqueño dijo que aunque él vivía en una colonia, en su país había libertad de expresión y pidió que dejaran abierto el micro las 24 horas.
Un americano: Yo no hablar español pero: ¡viva la cambia!
Con una jaba negra en la cabeza Reinaldo Escobar fue por la segunda: Yo creo que esto debería estar prohibido.
Hamlet Labastida, artista plástico, pidió democracia y que subiera uno de ellos, al menos uno.
Ciro Díaz iba a cantar "El Comandante", pero el tiempo se había terminado y no los muchachos vestidos de militares, sino un sonidista hosco caminó y le gritó: ¡Se acabó!, mientras daba órdenes a sus espaldas: ¡Desconecta ya!
Una buena cantidad de público se quedó gritando: ¡Ciro, Ciro, Ciro!, como si fuera un concierto de Porno Para Ricardo y pidiesen otra canción.
La brigada de respuesta rápida estuvo pobre, sólo con dos personas, y supongo que se hayan sentido extraños, en franca minoría y sin el poder en el estrado: una experiencia completamente nueva para ellos.
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